From Arizona en “Voces del Sur” llega el sudor en canto de arados, la voz de mujeres y hombres de maíz, así la luz de las lechugas, son gentes que emergen del trigo.
Estas letras son como una carta para ti,
estoy solo y pensado como empezar.
Si:
Permíteme mujer, quiero contarte:
Lo sé
no sabes cuantas veces quiero iniciar mi palabra que llegue a ti.
Empezare diciéndote que he sentido la sensación de perder mi mente desde que en Chile, aprendí a mirarte y sentir esa luz que dejabas alumbrando en el húmedo de tus besos.
Pero ahora señora vengo desde lejos, de una distancia tan larga como la donde tu vives. Pero eso ya no importa, porque hoy, si en este mismo instante en caminas tus ojos por mis letras, estoy contigo.
Te tengo como un regalo del tiempo, porque ahora desde lejos yo estoy viviendo donde moran tus pupilas.
Lo sé.
Piensa señora y cuéntame porque tus sonrisas duermen los encantos. Esos mismos que en dos colores de amores, estremecen la llegada de los besos..
Hoy que de nuevo pensamos los dos, como un instante que se agarra de la mano, quiero te sientes señora mía y levanta un poco la tela esa que cubre tu mirar a través de la ventana, porque cuando los relojes marquen un rato, pasare ante la luz de tu mirada que se recuesta en un silencio de recuerdos.
Ah! Eso sí, cuando llegue quiero salgas bajo el cuidado del silencio y el oscuro de la noche. Ahí estaré esperando tu llegada y entonces juntos partiremos como pololos corriendo de la mano.
Te llevare a Osorno, un lugar en tu tierra donde él frió palpita en inviernos que se multiplican en largas noches, habitadas por estrellas y copas de vino, un vino señora que duerme él embriago de los abrazos alumbrados por estrellas encantadas.
Tu veras y sentirás el gozo de escuchar el canto de los huazos que en algún fundo cercano, adornen el retozo de nuestros besos.
Si es que acaso llegas y me buscas en mi espera que tendré ante tu ventana, veras cuantas partes, cuantos lugares diferentes caminaremos por esa patria tuya, la misma que como una estrella solitaria: sola, alumbra los silencios de este Sur de América.
Ahí existe: un pequeño pueblo en el austral sur de Chile y de nombre San José de la Miriquiná, Será el lugar donde juntos nos sentaremos en el medio de la plaza, te enseñare el lugar donde encontré unas ramadas llenas de empanadas, que movían el aroma de una patria que celebraba su independencia, dentro el vino, la cueca y el encanto de tu gente que bailando, como asi comiendo erizos, choros, almejas, choclos, recuerdo cuando con tu gente, todos deleitamos la partida de otra fecha de alegría en tu patria, tierra amante de las aguas que bañan paraísos de la vida como lo enseña y pinta ante la mirada, Viña del Mar y Valparaíso.
Cuando lleguemos a Valdivia te llevare navegando por él rió, a un lugar que como faro borra las angustias de los que llevaban el rumbo del naufragio.
Puerto Corral, Sí esta ahí, como un solo marino, sentado, algo así como un ancla junto a lo hermoso del pacifico.
Será el lugar señora donde te diré que quede anonado, el día que tuve el encanto detener tu cara junto a mi.. Sí, aquí en mis manos.
Ahí empezare diciéndote porque en ti veo un canto que emerge de la lagrima Mapuche.
Será donde yo pondré en tus manos un permiso que me acredite el derecho de besar tus labios y en ellos navegar a ese safio que se extiende en cada ola que figura el océano de tu cuerpo.
Cuantas veces me preguntas que pienso de tus ojos?
Callado me quedo, porque he sabido que hay un roto que reclama sus derechos y yo señora, mejor me retiro al cuarto del silencio.
Después de Puerto Corrales, partiremos al norte de tu patria y cuando juntos regalemos la libertad a nuestros ojos, veras amada el derrame de sueños o ilusiones que se prendan a mi mano: Será entonces cuando con todo el viento que nace en mi alma, llegue cerca de ti y de diga sí: que de ese negro que resalta de la sonrisa de los luceros, nacieron esas pupilas que adueñan tu mirada.
Yo lo se que son tus ojos la noche de los amantes.
Son el camino del silencio.
Son sí: la piedra desnuda que tiene espacio en los vientos azules, que pintan los reflejos de estrellas inquilinas de noches, existiendo como sueño que duerme enamorado de piedras y espumas, te llevare veras, al encanto ese de las olas marinas, igual a tus besos que en resacas de brumas, sueltan el eco de palabras y vienen de tus ojos, hablan el idioma de las noches que como campanas, repican en Tarapacá.
Tu llegada señora, fue el repique de campanas que alegro la soledad de este atrio desolado, pero un monasterio si, donde en el paso de los ecos se guarda la luz de la esperanza.
Negor Len
estoy solo y pensado como empezar.
Si:
Permíteme mujer, quiero contarte:
Lo sé
no sabes cuantas veces quiero iniciar mi palabra que llegue a ti.
Empezare diciéndote que he sentido la sensación de perder mi mente desde que en Chile, aprendí a mirarte y sentir esa luz que dejabas alumbrando en el húmedo de tus besos.
Pero ahora señora vengo desde lejos, de una distancia tan larga como la donde tu vives. Pero eso ya no importa, porque hoy, si en este mismo instante en caminas tus ojos por mis letras, estoy contigo.
Te tengo como un regalo del tiempo, porque ahora desde lejos yo estoy viviendo donde moran tus pupilas.
Lo sé.
Piensa señora y cuéntame porque tus sonrisas duermen los encantos. Esos mismos que en dos colores de amores, estremecen la llegada de los besos..
Hoy que de nuevo pensamos los dos, como un instante que se agarra de la mano, quiero te sientes señora mía y levanta un poco la tela esa que cubre tu mirar a través de la ventana, porque cuando los relojes marquen un rato, pasare ante la luz de tu mirada que se recuesta en un silencio de recuerdos.
Ah! Eso sí, cuando llegue quiero salgas bajo el cuidado del silencio y el oscuro de la noche. Ahí estaré esperando tu llegada y entonces juntos partiremos como pololos corriendo de la mano.
Te llevare a Osorno, un lugar en tu tierra donde él frió palpita en inviernos que se multiplican en largas noches, habitadas por estrellas y copas de vino, un vino señora que duerme él embriago de los abrazos alumbrados por estrellas encantadas.
Tu veras y sentirás el gozo de escuchar el canto de los huazos que en algún fundo cercano, adornen el retozo de nuestros besos.
Si es que acaso llegas y me buscas en mi espera que tendré ante tu ventana, veras cuantas partes, cuantos lugares diferentes caminaremos por esa patria tuya, la misma que como una estrella solitaria: sola, alumbra los silencios de este Sur de América.
Ahí existe: un pequeño pueblo en el austral sur de Chile y de nombre San José de la Miriquiná, Será el lugar donde juntos nos sentaremos en el medio de la plaza, te enseñare el lugar donde encontré unas ramadas llenas de empanadas, que movían el aroma de una patria que celebraba su independencia, dentro el vino, la cueca y el encanto de tu gente que bailando, como asi comiendo erizos, choros, almejas, choclos, recuerdo cuando con tu gente, todos deleitamos la partida de otra fecha de alegría en tu patria, tierra amante de las aguas que bañan paraísos de la vida como lo enseña y pinta ante la mirada, Viña del Mar y Valparaíso.
Cuando lleguemos a Valdivia te llevare navegando por él rió, a un lugar que como faro borra las angustias de los que llevaban el rumbo del naufragio.
Puerto Corral, Sí esta ahí, como un solo marino, sentado, algo así como un ancla junto a lo hermoso del pacifico.
Será el lugar señora donde te diré que quede anonado, el día que tuve el encanto detener tu cara junto a mi.. Sí, aquí en mis manos.
Ahí empezare diciéndote porque en ti veo un canto que emerge de la lagrima Mapuche.
Será donde yo pondré en tus manos un permiso que me acredite el derecho de besar tus labios y en ellos navegar a ese safio que se extiende en cada ola que figura el océano de tu cuerpo.
Cuantas veces me preguntas que pienso de tus ojos?
Callado me quedo, porque he sabido que hay un roto que reclama sus derechos y yo señora, mejor me retiro al cuarto del silencio.
Después de Puerto Corrales, partiremos al norte de tu patria y cuando juntos regalemos la libertad a nuestros ojos, veras amada el derrame de sueños o ilusiones que se prendan a mi mano: Será entonces cuando con todo el viento que nace en mi alma, llegue cerca de ti y de diga sí: que de ese negro que resalta de la sonrisa de los luceros, nacieron esas pupilas que adueñan tu mirada.
Yo lo se que son tus ojos la noche de los amantes.
Son el camino del silencio.
Son sí: la piedra desnuda que tiene espacio en los vientos azules, que pintan los reflejos de estrellas inquilinas de noches, existiendo como sueño que duerme enamorado de piedras y espumas, te llevare veras, al encanto ese de las olas marinas, igual a tus besos que en resacas de brumas, sueltan el eco de palabras y vienen de tus ojos, hablan el idioma de las noches que como campanas, repican en Tarapacá.
Tu llegada señora, fue el repique de campanas que alegro la soledad de este atrio desolado, pero un monasterio si, donde en el paso de los ecos se guarda la luz de la esperanza.
Negor Len
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