domingo, noviembre 15, 2009

ERNESTO GUEVARA DE LA CERNA... EL CHE.



From Arizona en “Voces del Sur” llega el sudor en canto de arados, la voz de mujeres y hombres de maíz, así la luz de las lechugas, son gentes que emergen del trigo.

Ernesto Guevara de la Serna

14/Julio/1928 – 09/Octubre/1967

Los cobardes disparos que en la humilde escuelita boliviana de La Higuera segaron la vida del protagonista de una de las más grandes gestas épicas americanas hicieron nacer un símbolo, un paradigma moral y un icono que ha dado la vuelta al mundo y crecido, indefinible, en el imaginario de millones. No pasaron más que unos meses y ya eran enarbolados en la rebelión estudiantil y juvenil de honda impronta que surcó el planeta en 1968.


En el propio corazón del imperio fueron banderas de memorables luchas por los derechos de los negros, contra la guerra de Vietnam y en solidaridad con los pueblos del tercer mundo. Motivaron a los combatientes vietnamitas, sandinistas, salvadoreños, palestinos, de las colonias portuguesas y a cuantos desde entonces han bregado por la libertad. Se alzan hoy en frontal desafío a la enajenación impuesta por la cultura dominante, sustentados como están en la congruencia en Che entre pensamiento y acción, que contrasta con la indigencia ética e intelectual de las clases poseedoras y quienes les sirven en los cargos públicos o con la pluma. Refuerza su expansión y certeza el acelerado y multifacético resquebrajamiento del sistema capitalista, que deja como única opción el crear un mundo donde el capitalismo no tenga cabida, no sólo para la supervivencia de la humanidad, sino para que alcance la realización plena inherente a sus más nobles aspiraciones.

Su cabalgata por América será infinitamente eterna. Nadie muere cuando sus ideas perduran, se multiplican, se absorben, se buscan como referencia, se levantan como banderas, se siguen como ejemplo.

El Che será eternamente el Che. Ernesto Guevara de la Serna no murió un día como hoy. Sus asesinos se equivocaron para siempre. Justo con el disparo le estaban dando la vida. Lo inmortalizaban. Lo resucitaban. Así de ignorantes son todos los que piensan que arrancando las flores, matan la planta. Ahí dentro queda la raíz. Y si arrancan la raíz, queda la memoria. Siempre habrá alguien que la guarde en el recuerdo. No muere. Perdura.

Muchos no gustan – critican, condenan, blasfeman, se revuelven… - dar imagen vívida a los muertos. Creo no resisten, no aceptan, no admiten, no y no…, que el ultimátum haya pasado a la gloria. Que no pudieron fulminar el átomo que multiplica el coraje, el ideal, la lucha, el sacrificio, la entrega y toda la Revolución que llevó dentro. Che será eternamente el Che. América es él, ¿quién lo duda ahora?

Cae y se levanta. Emerge desde la humildad. No teme a las desgarraduras. Une las fronteras. Echa a andar. Sabe del peso de las cadenas que intentan mutilarle el vuelo de aire fresco, libre, humano, armonioso y poblado con los más. ¿Quién niega que esté en Honduras, en Bolivia, en Argentina, en Ecuador, en Brasil, en Venezuela, en Chile, en Cuba, en Perú, en Paraguay, en Colombia, en México…? ¿Cómo puede África negarlo si cada vez con más fuerza seca las lágrimas oscuras del apartheid, la miseria, la desigualdad?

No está muerto. No murió. Ya no estará más con su tabaco ni su boina, pero es el corazón de los humildes. Nunca dejó de estar, ni en el instante mismo en que la sangre se enfrió en el cuerpo. No lo busquen en La Higuera. No traten de encontrarlo en una estatua. No lo persigan por los cementerios. Nada es cierto. Son costumbres vitalicias del ritual de la muerte y de la vida.

Che está por doquier. Es el primer grito de un niño al nacer. Es la energía que resiste en Honduras. Son los indios que descubren el sol en Bolivia. Es la esperanza que resurge en el ALBA. Es el sueño de la unidad latinoamericana. Es el valor de los hombres que aman, construyen, hacen puentes y levantan manos negras, blancas, mestizas… Es la tierra que huele a libertad, a sudor compartido, a pequeños detalles cotidianos. Es el sendero de la luz que salva de la hecatombe que anuncian los apocalípticos. Es el mundo que late por justicia, que condena la guerra, el terrorismo, la desigualdad, el hambre, la injerencia, el despojo, la humillación y la codicia. Es la resistencia de los zapatistas en Chiapas.

Che es eternamente el Che. Hoy no le lloramos. Le agradecemos. Hoy no le hacemos santo. Le amamos la virtud y los pecados. Hoy no le decimos “fuiste…”. Hoy es, aunque sea 9 de octubre y los diarios anuncien su muerte. Y se publiquen imágenes de luto con colores muertos. Y se enciendan velas y se pongan flores. Y se hagan discursos como despedidas o réquiem de místicos.

Nada es cierto. La certeza es él, cabalgando en el hálito maravilloso de esta verdad sin límites que este viernes revitaliza la esencia de su amor eterno: un mundo mejor es posible. Ahí, justamente ahí, vive el Che.




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